Que vuelva la correspondencia


Me he estado leyendo un libro apasionante sobre la vida de Lovecraft (si, soy esa persona) y resulta que se estima que el pobre hombre escribió entre 60.000 y 80.000 cartas a lo largo de su vida. Eso es alrededor de 6 cartas al día a un ritmo constante. Ya podría haber escrito menos cartas y más relatos… El caso es que reflexionando me pareció que una carta es algo muy similar a una fotografía. Siento que la correspondencia costumbrista recoge una ‘imagen’ psicológica de ti en un instante concreto de tu vida. A Lovecraft se le notaban las cosas que tenía en mente en cada periodo de su vida, cuáles eran sus inquietudes o cuán maduro era su proyecto. Es también la primera vez que conseguí entender un poco más al autor. La separación entre la obra y el autor es un tema bastante controvertido y aunque no tengo del todo una opinión formada, leer esas cartas me permitió adentrarme un poco en la cabeza de ese hombre y comprender algo mejor su obra. En mi caso, ha hecho que la aprecie incluso más. Supongo que habrá ocasiones en las que pase lo contrario (¿Dali?).

Volviendo al tema principal, me niego a vivir en un mundo sin buzones. Y a preferir ser, que no solo los haya digitales. He de decidir que empezar con correos electrónicos no esta mal. Puede ser una manera de expresar ideas algo más desarrolladas con nuestro allegados. Al final, la mensajería instantánea tiene sus contras, como por ejemplo, que todas las ideas que transmitamos sean también… pues eso… instantáneas. Esta claro que siempre existirán los audios de tu amiga de 7 minutos pero NO ES LO MISMO que tener una cartita de tu amigui que vive muy lejos y decide escribirte para relatarte sus últimas aventuras y pedirte consejo.

Enviar una carta es algo más. Supone primeramente el esfuerzo de redactar una documento con coherencia y cohesión, luego anotar adecuadamente la dirección. A continuación sellarla (es muy importante que sea con tu saliva), y por último llevarla al buzón y tener fe de que la carta llegue íntegramente a su destino. La probabilidad de que la sucesión de todos estos eventos ocurra de una manera controlada posiblemente hace que te quedes tumbado en el sofá y no envíes nada. Esto no es aceptable, no podemos permitir que la pereza nos gane una batalla tan importante.

Poder sentarte a escribir algo y desarrollar una idea es extremadamente satisfactorio, además de que fomenta tus. Es increíble lo mal que redacta la gente, por no hablar de la comprensión lectora. Os admito que forme parte del conjunto de adolescentes que despreciaban Lengua castellana y literatura por ser una asignatura extremadamente coñazo y pensaba que no servía para absolutamente nada… efectivamente, estudiante promedio de ciencias. Por suerte, en segundo de bachiller el archiconocido comentario de texto me abrió los ojos y pude escapar de ese pensamiento parásito.

No quiero vivir en un mundo en el que mis descendientes no encuentren un día una caja con toda la correspondencia que me escribía con mi pareja de joven. Me niego. Me parecería precioso escribir y recibir un par de cartas al mes con algunas de las personas mas importantes de vuestra vida que, por circunstancias de la vida, han acabo viviendo realmente lejos de vosotros. Se podría decir que recibir una carta inesperada podría ser incluso más emocionante que recibir un paquete de Amazon, por el tema de ser inesperado y no saber lo que hay escrito dentro.

Escribir un artículo reclamando que volviera la correspondencia sin enviar ninguna carta yo mismo me parecía extremadamente hipócrita. Por lo tanto, me he visto obligado a afrontar todo el proceso en mi propia carne. Efectivamente, lo romanticé mucho pero también diré que el resultado es guay y genera mucha ilusión que la otra persona reciba la carta.

Hasta aquí mi primera entrada en el post <3